¿Políticas Públicas para la soledad?
- Flavia Busti
- 6 abr 2024
- 3 Min. de lectura
¿Políticas Públicas para la soledad?
Algo que solemos considerar como un estado individual puede resultar en un problema social y, en general puede ser poco expuesto como tal.

La soledad no deseada, especialmente entre grupos demográficos vulnerables como los ancianos, personas con discapacidad, personas LGBTQ+, y aquellos que viven lejos de sus redes de apoyo social puede tener graves repercusiones en la salud física y mental de las personas, aumentando el riesgo de depresión, ansiedad, problemas de salud cardiovascular e incluso mortalidad prematura.
La soledad no deseada (SND) se ha convertido en un problema social y de salud pública de gran relevancia. Esta se define como la experiencia negativa y valoración individual de déficit de relaciones sociales de todo tipo. Aunque la soledad se vive y percibe individualmente, su naturaleza es social según está condicionada por la estructura social, por la cantidad y densidad de relaciones sociales de las personas y por la fortaleza o debilidad del capital social relacional de una sociedad.
La soledad no deseada puede ser resultado de tendencias de cambio social más estructurales, como el incremento de la longevidad, transformaciones en las estructuras y dinámicas familiares y convivenciales, el aumento de la desigualdad económica, precariedad laboral y segregación residencial en nuestras sociedades o, la diversificación e individualización de hábitos y valores de las personas.
Como dato diremos que, el coste económico de la soledad no deseada es considerable, llegando a rondar los 14000 millones de euros anuales solo en España, lo que equivale a un 1,17% del PBI EN 2021.
Generar una política pública para abordar la soledad no deseada implica varios pasos y consideraciones, aunque lo fundamental es que esto sea conceptualizado como un problema, para que se le busque una solución a nivel político.
Podemos nombrar las consecuencias en la salud mental y física de quienes la padecen que pueden resultar impactantes, pero, como la empatía no suele despertar tan fácil cuando el fenómeno se muestra ajeno, mejor valoremos en esta oportunidad los costos comunes:
- Costes sociales y económicos: La soledad no deseada lleva asociada ciertos costes sociales y económicos. Estos costes pueden ser directos, como los gastos de atención sanitaria y social, o indirectos, como la pérdida de productividad y la disminución de la calidad de vida.
- Barreras a la participación social: La soledad no deseada puede generar barreras a las relaciones sociales y a la participación social, limitando el derecho de las personas a participar en la sociedad.
Es crucial que las políticas públicas aborden la soledad no deseada desde una perspectiva multidisciplinar, considerando sus polifacéticas causas y consecuencias, y buscando soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas afectadas.
Existen estrategias y propuestas para abordar la soledad no deseada, individual y a nivel de políticas públicas como el entrenamiento en habilidades sociales, enfoque en el autoconcepto y la autoestima, promoción de actividades sociales fomento de la participación en clubes, grupos de interés, voluntariado, deportes, etc.
A nivel de políticas públicas, se pueden implementar programas de apoyo para las personas en riesgo de soledad no deseada, promover la inclusión social, y fomentar la investigación y la recopilación de datos sobre la soledad. Es importante además educar al público sobre la soledad no deseada y sus efectos, y promover la importancia de las relaciones sociales y la participación comunitaria.
Desde el Estado es necesario realizar Investigación y Análisis para entender la magnitud y las causas de la soledad no deseada en la población. Esto puede implicar la realización de encuestas, estudios y análisis de datos existentes.
Además, la soledad no deseada es un problema complejo que puede requerir la colaboración de diferentes sectores, como la salud, la educación, el trabajo social, entre otros.
Es importante entender también que no sirve una implementación de “recorte y pegue” de políticas de salud mental y vinculación exitosas en otras partes del mundo; cada contexto es único, por lo que las políticas deben ser adaptadas a las necesidades y circunstancias específicas de cada comunidad o país.
Se hace crucial que todos, desde los individuos hasta las organizaciones y los gobiernos, reconozcan la importancia de abordar la soledad no deseada. Reconocer el problema, investigar y educar sobre ello, brindar apoyo y servicios para atender esta compleja situación generando políticas públicas de prevención y combate con programas de inclusión social y fomento de recopilación de datos es fundamental.
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